martes, febrero 15, 2005

El día después de ayer y antes de mañana... Hoy.

La pasión no tiene medida... Se ha convertido en una suerte de unidad para mi accionar. Sólo me muevo por la pasión, por lo que me apasiona, pero ésto me consume emocionalmente... No es de lo mejor, pero me hace sentir vivo y en el mundo. Las cosas que a uno lo apasionan son cosas generalmente incomprensibles, que nos llenan la panza de mariposas... La lengua es el mejor transmisor de emociones, de pasiones, por obscéno que resulte a veces y por ridículo que se vea en otras ocasiones...
Lo ridículo también me apasiona, pero me aprisiona... Tal vez todas nuestras pasiones son
prisiones. Son celdas en las que un movimiento está permitido, pero sólo uno y nada más. Nosotros elegímos y discriminamos entre nuestras pasiones, pero todas funcionan como paredes acolchadas que nos contienen y nos mantienen a raya... Las prisiones también son lugares "seguros", dentro de ellos nos mantenemos a salvo... Transgredir nuestras pasiones las convierte en perversiones... Y todos somos un poco perversos.

Trato de volver a la pasión como fuerza motora. Mis actos (nuestros actos, creo) me llevan a las
situaciones más dispares. Las cosas que me suceden en los momentos en los que me encuentro
apasionado, limitan con lo predecible. A veces me siento como en una película de bajo presupuesto y de guionistas psicóticos... Todo me lleva a de un extremo al otro, entre la idiotez y la necedad, la cordura y la constipación, lo absurdo y lo estricto, la desmesura y la claustrofobia que me producen mis límites. La pasión, nuestras pasiones, lo que realmente nos apasiona nos muerde y nos devora hasta el riñón, además de llenarnos y satisfacernos... Tal vez nuestras prisiones sean lugares pequeños, pero nos mantienen confortablemente al resguardo de las inclemencias de una vida normal y adormecida...

Pasión por hablar... Por decir algo... Pero a la vez negar toda aparición de sentido... ¿O no?