lunes, enero 24, 2005

Las dedicatorias.

Siempre que uno dedica cosas a los demás corre el riesgo de no ser bien intrpretado, o de no recibir la respuesta que esperaba. Las discusiones que se generan en los momentos de post-dedicatorias son siempre incómodas. Pero productivas, si se les saca el debido provecho.

A veces uno se propone escribir algo que diga mucho y que salga de adentro, pero el receptor decodifica una suerte de insulto, agravado por piropos innecesarios e insolentes... Se deben preguntar "Qué tan mal escribe este gil?!". Pero sólo escribo un poco más de lo que ven acá... Suficiente como para retroceder en el tiempo, pedir perdón y tratar de reincorporarse.

Todo lo que uno escribe va dedicado a alguien, pero siempre teñido de lo que uno es o piensa. Se necesita muy poco para desalentar las pocas fuerzas con lo que uno escribe y se levanta en la mañana... La fuerza de uno va decreciendo cada vez que se expresa, pero si uno se contiene la misma fuerza, ejerce presión y hace que por algún lado, el individuo, explote.

Decir todo lo que uno pueda hace que la vida se acorte, pero no vale la pena callarse y envejecer mudo. Lo que uno ve y entiende, todo eso, debe ser reutilizado para describirse, ubicarse y mantenerse en el tiempo y espacio. Sólo hablando y diciendo nos hacemos visibles y permanentes.

Dedico este texto a quien lo quiera y a quien me quiera.