jueves, julio 13, 2006

Historia 2

Juan era una persona poco común. No sólo por sus obvias deformidades físicas, sino por su inconfundible cicatriz en el cuello. La soga que lo mantenía unido al pino que estaba en lo más recóndito de la finca de sus progenitores le había ocasionado esa molesta cicatriz a base de muchas quemaduras por roce.

Nunca conoció la escuela, mucho menos tuvo amigos. De hecho, poca gente sabía de su existencia, y quienes sabían eran reacios a desatarlo, a educarlo o a acompañarlo. Juan nunca se sintió menos que el resto, nunca pensó que era menospreciado o que estaba siendo maltratado. Sólo sentía una molestia en su cuello porque la soga estaba muy ajustada, eso y a veces frío. El tenía una colcha rota sobre la que dormía. Nunca le faltó el agua ni la comida. Jamás se enfermó más que un resfrío.

Una tarde bajó un pájaro cerca suyo, él recordaba esa tarde como algo mágico. El pájaro había llegado volando y se había posado sólo a metros de donde él se sentaba para ver el atardecer. El ave picoteó unas migajas que estaban por allí cerca y retomó vuelo. Juan se sentía maravillado por haber descubierto esa criatura que le era tan ajena. Corrió para perseguirlo y agarrarlo, pero el largo de la soga le permitió sólo unos pocos metros de carrera y el nudo se le áferró al cuello como nunca antes. Entendió que estaba prisionero, que jamás iba a volar, y se sintió mal, entonces empezó a pensar en cómo librarse de la soga que lo mantenía cautivo.

Intentó golpearla, estirarla, torcerla, morderla, pero era en vano. Entonces pensó que cuando llegara quien lo alimentaba podría pedir que lo liberara. Juan no sabía cómo decirles claramente lo que quería, así que cada vez que aparecía Jorge, el encargado no sólo de cuidar la finca, sino de alimentarlo, Juan empezaba a gritar y a hacerle señas de que la soga no lo dejaba irse de ahí, de que él quería volar y que la soga no se lo permitía.

Jorge más tarde esa noche le llevó lo que sería la última cena de Juan, bajo el consentimiento de su padre. Era una jugosa chuleta con estricnina. El efecto fue el deseado por su padre y Juan fue enterrado a la mañana siguiente a 3 metros del árbol al que había permanecido atado toda su vida un metro menos que el largo de la soga.

1 Comments:

At 1:50 p. m., Blogger ADCL dijo...

Me fascino...

 

Publicar un comentario

<< Home