lunes, noviembre 08, 2004

Dos más dos son cuatro...

Y si suena obvio es porque lo es.

Me estoy cansando de ser yo mismo... Y me enteré de que Kierkegaard se parece más a mi de lo que yo esperaba... Ni en el nombre ni en el apellido... Parece que era flaco y paliducho y que parecía enfermo... Y compartimos ese desprecio abominable contra las personas.
Puede ser un poco chocante leer que desprecio a las personas, pero es verdad. Tal vez no lo demuestro, o no lo puedo hacer tan evidente como querría, pero es así. Desprecio al resto de las personas.
Esto puede deberse a que no me tengo mucho aprecio a mi mismo, a que nunca haga ciertamente lo que quiero, o lo que me parece más importante... Tal vez se deba a que, realmente, ni yo ni ustedes merezcamos el más mínimo ápice de aprecio y/o cariño... Y no es que no lo tengamos de otros, pero me refiero a un plano un poco más amplio. A un nivel pseudo universal.
Ni el gran arquitecto del Universo (si es que existe), ni la alimaña más execrable y miserrima (que debés ser vos... o yo) merecen lo que tienen... Por lo menos hasta que se lo quiten o lo pierdan por merito propio.

Y es realmente necesario querer... O ser querido?
Cito al padre del psicoanalisis Sigmund Freud: "El amor que no discrimina parece hacerle injusticia al objeto... ...No todos los hombres son dignos de ser amados". Y qué mejor sentencia para mostrar lo que pienso de todos nosotros, hoy mañana y siempre...

Sonaba obvio el título y suena obvia mi conclusión:

"Todo es lo que parece". Y el corolario obligado: "...y nada es lo que debería"